Jorge Lee, Director Académico Colegio de Profesionales de la Seguridad Privada de Chile
La base sólida del desarrollo para toda la ciudadanía, debiese ser la garantía por parte del Estado de proporcionarle seguridad, sin embargo, podemos evidenciar que ésto no está ocurriendo en algunos lugares de nuestro país y específicamente este fenómeno se ha anidado y desarrollado con fuerza en la zona de la Araucanía. Más allá de escudriñar en las razones y causas de este flagelo delictivo, que sin duda está consumiendo de manera sostenida la región, se puede establecer de manera fehaciente, que los actos violentos que están ocurriendo no responden a la conceptualidad de violencia rural o delincuencia común, sino más bien al de “terrorismo”.
Esto no es una aseveración liviana y sin fundamento, ni tampoco se trata de generar una sensación de que se ha perdido el control por parte de la autoridad, simplemente y atendiendo a las características de los hechos ocurridos desde hace algunos años, específicamente a la forma sistemática de operar por parte de grupos organizados, aplicando el uso ilegítimo de la fuerza y la violencia como medio de presión premeditado, es que se hace necesario distinguir, las características del fenómeno para poder así darle una denominación clara que lo identifique.
Como ya ha ocurrido de manera concreta en muchas oportunidades, estos grupos organizados funcional y jerárquicamente, han hecho uso efectivo de métodos violentos y criminales, generando un clima de permanente incertidumbre en la autoridad y pánico creciente en la ciudadanía, todo esto con el propósito de lograr la concesión total a sus demandas y exigencias y alcanzar así, su determinado objetivo final (real o aparente), en este caso, la reivindicación y restitución de territorios ancestrales. Si esto no responde al concepto de terrorismo, ¿Entonces cómo deberíamos llamarlo?
